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Introducción. ¿Quién manda en tu comunidad?
México atraviesa una transformación profunda en sus estructuras de poder. Lo que parece una fragmentación social caótica es, en realidad, una transición estructurada entre dos modelos jerárquicos: el comunitario tradicional y el criminal territorial. Este artículo analiza esa trayectoria comparando el caso mexicano con el modelo chino, donde la centralización estatal ha coexistido con jerarquías comunitarias milenarias.
En México, algo profundo está cambiando. Antes, en los pueblos, el maestro, el cura, el alcalde y hasta los padres de familia eran figuras de respeto. Ellos cuidaban, enseñaban, organizaban y corregían. La comunidad funcionaba como una red de apoyo.
Desde 2018, muchas de esas figuras han perdido poder. El dinero llega directo desde el gobierno a cada persona, sin pasar por la escuela, la iglesia o el municipio. ¿El resultado?
Las comunidades se han quedado sin líderes locales. Y ese vacío lo está llenando el crimen organizado, con la complacencia del gobierno y su política de “abrazos, no balazos”.
Hoy, en muchos lugares, las organizaciones criminales son las que mandan. Protegen, cobran, resuelven problemas… pero siempre creando miedo y violencia. Si esto sigue, podríamos terminar siendo parte de un sistema donde el ciudadano paga impuestos al gobierno… y también al crimen.
China, por ejemplo, logró centralizar el poder sin destruir sus comunidades. México está haciendo lo contrario: debilitando lo local y dejando que el crimen organizado tome el control.
I. El modelo chino: jerarquías comunitarias funcionales
China ha mantenido una estructura jerárquica basada en el confucianismo, donde las relaciones sociales son bidireccionales y están regidas por obligaciones mutuas. Las cinco relaciones fundamentales (gobernante-súbdito, padre-hijo, esposo-esposa, mayor-menor, amigo-amigo) generan cohesión social y capital humano comunitario.
En aldeas chinas, los ancianos toman decisiones con responsabilidad colectiva. En el trabajo, los supervisores cuidan de sus empleados. La confianza interpersonal alcanza el 62% según Pew Research. La criminalidad es baja gracias al control comunitario. Este modelo ha
permitido a China centralizar el poder estatal sin destruir las jerarquías locales, logrando un autoritarismo estable y un progreso significativo.
II. El modelo mexicano tradicional (pre-2018): jerarquías sociales entrecruzadas México operaba bajo una red de jerarquías locales que combinaban elementos hispánicos e indígenas:
- Civil: gobernador ? presidente municipal ? comisariado ejidal ? comunidad
- Religiosa: obispo ? cura ? catequista ? feligresía
- Familiar: padre ? madre ? hijos
- Comunitaria: cacique ? vecinos
Estas jerarquías eran funcionales y legitimadas por la comunidad. El maestro, el cura, el comerciante y el alcalde eran figuras de autoridad respetadas y responsables. La cohesión social era alta, la criminalidad baja, y la identidad comunitaria fuerte.
III. El fraccionamiento (2018–2025): destrucción de jerarquías locales
Las políticas gubernamentales implementadas desde 2018 desmantelaron deliberadamente las jerarquías comunitarias sin ofrecer un reemplazo funcional:
- El maestro perdió autoridad; el dinero llega sin supervisión.
- El cura fue desautorizado institucionalmente.
- Los alcaldes son asesinados o cooptados por organizaciones criminales.
- El padre perdió autoridad familiar; los subsidios van directo al hijo.
- Niños y adolescentes son obligados a incorporarse a las mafias locales porque el gobierno impide y no promueve la economía.
- El poder se transfiere verticalmente desde CDMX al individuo, saltando intermediarios locales. Esto genera un vacío jerárquico que es ocupado por el crimen organizado.
IV. El nuevo modelo jerárquico: criminalidad como estructura funcional
México transita hacia una jerarquía criminal territorial:
- El cártel local se convierte en la autoridad principal.
- El poder político y económico se centralizan territorialmente.
- Las responsabilidades mutuas se redefinen: pago de piso a cambio de protección.
- Las comunidades se reorganizan bajo el sistema que impone el crimen.
Si esta tendencia continúa, se proyecta un modelo híbrido para 2030+: una jerarquía estatalcriminal donde el ciudadano paga impuestos al Estado y al crimen, operando bajo doble legalidad.
VII. La flecha histórica: ¿transición o estrategia?
La destrucción de jerarquías locales no parece ser un accidente. Documentos como "Cohesión Social Comunitaria" (2022) y la Regresión Cultural (2025) sugieren una estrategia deliberada para debilitar el poder local y concentrarlo en el ejecutivo federal. La trayectoria
apunta a:
1. Sociedad con jerarquías comunitarias múltiples, pero divididas.
2. Fragmentación individualista
3. Reorganización bajo jerarquía criminal única
México no está colapsando al azar. Está transitando hacia una nueva forma de poder: el autoritarismo criminal.
Conclusión.
Recomendación estratégica. Reconstruir jerarquías comunitarias legítimas; Revalorizar figuras locales (maestro, cura, alcalde); Evitar concentración vertical sin mediación comunitaria; Establecer mecanismos de cohesión social voluntaria.
De los documentos revisados para la realización de este artículo, se aprecia una tendencia clara como proyección estructural en tres fases:
- Fase 1 (2025–2028): Consolidación de gobernanza criminal local.
- Fase 2 (2028–2032): Institucionalización de poder dual (Estado formal + crimen funcional).
- Fase 3 (2032+): Posible colapso o estabilización tipo Mafia italiana.
Ante la incertidumbre que se nos avecina a los mexicanos y considerando que el mundo es cada vez más competitivo e interdependiente, necesitamos de cuatro virtudes esenciales:
Liderazgo, libertad, responsabilidad y cultura politica. La politica entendida en su sentido mas noble, es el espacio donde todos podemos transformar el desencanto en esperanza. El principal desafío que tenemos ahora es reconstruir la esperanza en la politica.
¿La solución? Volver a confiar en nuestras figuras comunitarias y en la familia. Reforzar a los padres, al maestro, al cura, al alcalde. Volvernos una sociedad más informada y participativa en cuestiones políticas. Porque sin comunidad consciente y participativa, no hay país.